Queremos recordar hoy a tantas mujeres y hombres perseguidos o asesinados por querer seguir a Cristo. Hermanos nuestros, y miembros de la Iglesia, que a lo largo de la historia o actualmente viven en sus carnes y su vida la cruz de Cristo. Una cruz que supieron asumir como parte de ese seguimiento de Jesús en el que el cumplir la voluntad del Padre y el amor a los otros también se puede hacer concreto desde el dolor y el sufrimiento. Ya Jesús advirtió a sus discípulos que la lucha por el Reino no estaba exenta de dificultades, y que seguirle a El implicaba hacerlo a su manera.