Acercándonos al tiempo de Semana Santa, esta vez os proponemos una oración centrada en la escena del lavatorio de los pies. Un buen marco para ir preparándonos a contemplar la entrega total de Jesús.
En este pasaje vemos reflejadas dos de las actitudes que conducen a Jesús durante toda su vida: el amor profundo y el servicio. El servicio es una actitud existencial que compromete toda la vida. No se reduce a algunos actos aislados, es signo y expresión de un amor total, generoso, desinteresado, vivido hasta el final. Servir es descubrir y acoger la grandeza de ser personas en el servicio preferente a los más pequeños, a los que son víctimas en una sociedad de privilegios y exclusiones.

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Durante la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle, sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía, se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó. Luego echa agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido

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