El mensaje de Benedicto XVI para esta Cuaresma nos invita a vivirla “Fijándonos los unos en los otros para estímulo de las buenas obras”. Parece sencillo y sin embargo todos tenemos experiencia de que a veces nuestras propias preocupaciones o comodidades nos impiden fijarnos realmente en quien está a nuestro lado.
Fijarse, mirar bien, tiene que ver con salir de uno mismo, de mis propios intereses, también de mis propios miedos, para que la vida de las personas que me rodean pueda entrar, pueda afectarme.
Para mirar bien, para fijarse bien, hay que atender al borde del camino, como hizo el buen samaritano a quien el Papa también nos remite en su mensaje.
Por eso la petición inicial con la que poder predisponer nuestro corazón a la experiencia de Semana Santa es bien sencilla, pero bien honda, y recuerda a la del ciego Bartimeo: “Señor, que vea”. Que me fije en los demás, en los que están a los “bordes de mi camino”, que sea capaz de parar si alguien me necesita.
De alguna manera el Papa nos invita a llevar puestas, durante toda la Cuaresma las gafas invisibles de “mirar bien”. Y nada mejor para conseguir esas gafas que un ratito de oración.
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