Hoy, fiesta de la Ascensión de Jesús a los cielos, puede ser uno de esos pasajes que no entendamos bien, que nos parezcan lejanos o "mágicos". Pero nada más lejos de la verdadera intención de Jesús al finalizar su estancia en la Tierra. Precisamente este texto tan "celestial" nos remite abruptamente a nuestra realidad más "mundana" y cotidiana, a la nuestra, a la única en la que de hecho podemos actuar. ¿Qué hacéis ahí, mirando al cielo? Dice un cuento algo así:

Cuando Jesús volvió a su casa, al cielo y se sentó a la derecha del Padre, los ángeles celebraron una fiesta para darle la bienvenida. Había globos, pancartas, confeti, música y un gran cartel que decía: "Bienvenido a casa. Misión cumplida".

Uno de los ángeles le hizo una entrevista sobre su estancia en el mundo de los hombres para el periódico local.
- Y ahora que tú, Jesús, has dejado la tierra, ¿quién va a continuar tu gran tarea?
- Once hombres que me aman, contestó Jesús.
- ¿Sólo once? ¿Pero y si fracasan? ¿No tienes un plan "B"?
- No. No hay plan "B". Estos once, y los que vendrán después... ¡son mi único plan!

Jesús no tiene manos,
tiene sólo nuestras manos
para construir un mundo nuevo
donde haya mas fraternidad y justicia.

Jesús no tiene pies,
tiene sólo nuestros pies,
para poner en marcha a los derrotados
por el camino de la libertad.

Jesús no tiene labios,
cuenta tan sólo con nuestros labios
para anunciar a los hombres
la buena noticia de la salvación.

Jesús no tiene recursos,
cuenta tan sólo con nuestro trabajo
para lograr que todos los hombres
vivan como hermanos.

Jesús, aquí tienes mis manos, mis pies,
mis labios, mi trabajo, mi sonrisa,
mi tiempo, mi ilusión, mi vida.
¡Aquí estoy Señor! ¡Iré contigo!