Desde el principio de la historia de la humanidad, las personas y comunidades han viajado de un lugar a otro en búsqueda de mejores condiciones de vida. Asimismo, desde muchos siglos atrás se han construido fronteras, muros y murallas para demarcar territorios y defender fortalezas. Cada vez con mayor frecuencia, las víctimas de la violencia y de la pobreza, abandonando sus tierras de origen, sufren el ultraje de los traficantes de personas humanas en el viaje hacia el sueño de un futuro mejor. 

Invitamos a acercarnos a esta realidad para orar con los pies en la tierra por ella y por las personas que se ven obligadas a migrar.

“Los que un tiempo estabais lejos, estáis cerca.” (Ef. 2,13).