En esta oración rezamos con otra persona que cruzó su vida con Jesús, el paralítico de la piscina. Jesús no pasa de largo, no mira a otro lado. Ve que alguien necesita ayuda y acude a él. Con absoluto respeto le pregunta si quiere sanarse, no da por hecho que quiera hacerlo. El hombre, sorprendido de que Jesús le hable, le dice que claro que quiere sanarse. Con esta voluntad de sanarnos, nos presentamos ante el Padre en el pórtico de la piscina que es nuestra vida.


Jesús lo vio acostado y, sabiendo que llevaba así mucho tiempo, le dice: ---¿Quieres sanarte? Le contestó el enfermo: ---Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua. Cuando yo voy, otro se ha metido antes. Le dice Jesús: ---Levántate, toma tu camilla y camina. Al punto se sanó aquel hombre, tomó su camilla y echó a andar. (Jn. 5, 6-9).