No faltan en nuestros días anuncios que nos hablan de la Navidad, las calles se adornan con luces y bonitos escaparates, y parecen no faltar motivos para festejar o para mostrarnos alegres. Suenan villancicos, atracciones para niños, espectáculos para jóvenes y adultos. La Navidad está en la calle y eso es siempre motivo de alegría.

También es motivo de alegría orar desde la Navidad. Profundizar en el misterio de la encarnación de Dios como parte del plan de Dios para el mundo y para cada uno de nosotros. Dios nace para cada uno desde la fragilidad, siendo esperanza y yendo a lo esencial. Es Dios-con-nosotros.


Estando ellos allí, le llegó la hora del parto y dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no habían encontrado sitio en la posada. (Lc. 2, 6-7).