Hoy vengo ante ti Señor porque necesito un espacio en medio de mis rutinas para, sin prisa, abrir mi corazón y mis sentidos a ti. Mi ritmo acelerado y la sucesión de tareas, obligaciones y compromisos me hacen a menudo sordo y ciego a tu presencia, impidiéndote participar de mi vida. Anhelo que Tú Señor formes parte, desde el amanecer hasta que me acuesto, de las situaciones que voy viviendo en casa o en el trabajo. Anhelo que Tú seas mi guía y mi luz todos los días.