Cuando estoy en oración entablo un diálogo en el que ambos hablamos. Me pongo en tu presencia, me dirijo a ti Señor y espero tus respuestas porque confío en que tú también tienes algo que decirme. Es un tiempo de escucha confiada.





Cuando tú vayas a orar, entra en tu habitación, cierra la puerta y reza a tu Padre a escondidas. Y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará. Cuando recéis no seáis palabreros como los paganos, que piensan que a fuerza de palabras serán escuchados. No los imitéis, pues vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de que se lo pidáis (Mt 6, 7)