Érase una vez, una joven cualquiera. Tenía todo cuanto podía desear: un hogar confortable donde cobijarse, comida en abundancia en su nevera, un trabajo en el que le pagaban a fin de mes, una familia y amigos que le querían y le apoyaban, un país que vivía en paz desde hacía ya un tiempo, dinero para poder permitirse algún capricho de vez en cuando y salud para poder disfrutar de todos estos privilegios. Podría decirse que lo tenía todo. Sus sueños se habían cumplido. ¿O no?
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