La palabra "adviento" proviene de las latinas "ad ventus", que significa, literalmente "hacia la venida" (de Jesús). Por tanto Adviento es el tiempo en el que nos preparamos para lo que está por llegar, por acontecer, por nacer, por irrumpir en nuestra historia. Si esto fuera una clase de Lengua diríamos que el objeto directo de todas estas frases es Jesús. Él es el objeto central de todas nuestras esperanzas, anhelos, ilusiones, carencias y vacíos...
Pero para que esto suceda tenemos que estar dispuestos a abrirle la puerta de nuestro corazón a Jesús, y esto no es tan común. Solemos tener resistencias, miedos, excusas, porque en el fondo sabemos que, si le abrimos nuestro corazón de par en par, puede que cambien muchas cosas en nuestra vida. Y esto nos asusta, aunque en el fondo deseemos salir de nuestra gris y mediocre existencia sin Dios.
"Mira, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo" [Ap 3,20] ¡Atrévete a abrirle tu vida a Jesús, atrévete a ser tú mismo (que es lo que él quiere de ti)! Sólo abriendo la puerta verás que, al otro lado, hay Alguien que te espera desde siempre.
Si el Amor te escogiera y se dignara
llegar hasta tu puerta y ser tu huésped
¡Cuidado con abrirle e invitarle,
si quieres ser feliz como eras antes!
Pues no entra solo: tras él vienen
los ángeles de la niebla. Tu huésped solitario
sueña con los fracasados y los desposeídos,
con los tristes y con el dolor infinito de la vida.
Despertará en ti deseos que nunca podrás olvidar,
te mostrará estrellas que nunca viste antes;
te hará compartir, en adelante
el peso de su tristeza divina sobre el mundo.
¡Listo fuiste al no abrirle! y, sin embargo,
¡qué pobre, si lo echaste de un portazo!
(S.R. Lysaght)
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