Hace unos días se celebraban las fiestas de San Juan en muchas ciudades y pueblos. Fiestas -en España-  asociadas al principio del verano, al inicio de las vacaciones, al calor... Y en ese ambiente es difícil darse cuenta que ese San Juan es el mismo que por diciembre nos hablarnos y nos prepararnos para la venida de Dios al mundo.

En el calendario laboral estamos en el punto del año diametralmente opuesto al adviento y la navidad. Sin embargo en nuestro calendario interior quizá no sea mal momento para acercarnos de nuevo al adviento y pensar: ¿qué puedo poner de mi parte para que Dios llegue a mi vida?

Las vacaciones son sobre todo tiempo de descanso, pero también de revisión de lo que ha sido el año y casi siempre de nuevos propósitos para el curso siguiente: aprender un idioma, apuntarme a un curso, hacer más deporte... Por eso, en estos meses en que uno tiene más tiempo libre también es un buen momento para sacar algún tiempo de oración -y por qué no unos días de retiro- y hacer esa evaluación delante del Señor. Ver qué lugar ocupa El en mi vida y qué cosas me gustaría cambiar o modificar. Probablemente no sean grandes cosas ni cambiará radicalmente mi vida, pero seguro que hay pequeños gestos o actitudes que pueden acercarme un poquito más a El.

En este tiempo en que resulta más fácil tomar distancia y mirar las cosas con perspectiva, a lo mejor es el momento de un adviento personal que me prepare para que Dios ocupe un lugar importante cuando retome el ritmo normal de mi vida. Que como decía Gloria Fuertes, se encuentre a gusto a mi lado.


Vamos a ver si es cierto que le amamos 
vamos a mirarnos por dentro un poco 
¡Hay cosas colgadas que a él le lastiman
freguemos el suelo y abramos las puertas! 
 Borremos los nombres de la lista negra, 
pongamos a los enemigos encima de la cómoda, 
invitémosles a sopa. 
Toquemos las flautas de los tontos, de los sencillos. 
Que Dios se encuentre a gusto si baja. 

Gloria Fuertes