Muchas veces nos quejamos de que no resulta fácil descubrir lo que Dios nos quiere decir. Sobre todo si estamos buscando respuesta para algún problema de nuestra vida o intentando tomar una decisión importante.

Pero tampoco es fácil descubrir en el día a día las llamadas que Dios nos sigue haciendo. Porque cuando nos van bien las cosas es fácil vivir centrados en las obligaciones o tareas habituales, en las opciones ya tomadas. Olvidándonos de buscar dónde está Dios hoy y ahora en mi vida.

Porque Dios es así, ni fuerza ni exige. Es un Dios que llama a la puerta y espera a que se le abra. Y cuando se nos presenta en el día a día, sólo si estamos atentos podremos descubrir que era El quien estaba al otro lado de la puerta. Y aunque sigue llamado cada día desde lo que acontece en el mundo y en mi vida, sólo entrará si estamos dispuestos a abrirle la puerta. Si estoy dispuesto a alterar mi ritmo de vida y a poner otro plato en la mesa para que cene conmigo.


Mira que estoy a la puerta llamando. Si uno escucha mi llamada y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo. (Ap 3, 20)

¿Y tú? ¿Has sido capaz de escuchar a Dios llamándote desde alguna realidad que has visto en la calle, en tu trabajo, en las noticias...? ¿Has abierto la puerta para dejarle "retocar" tu vida?