Lo que no es resuelto de inmediato nos genera ansiedad. A veces, parece que olvidamos que se puede esperar, que vale la pena tener paciencia.
El exceso de imágenes y de noticias, nos pueden provocar indiferencia, pasividad, insensibilidad.
Poner el corazón en el lugar equivocado puede conducir a que nos dejemos llevar por la corriente de la comodidad, el consumismo, la apatía, lo fácil.
Hacernos conscientes de estos peligros que hacen infeliz e insatisfecho al hombre puede ser el comienzo.
Como en aquella canción de la Orquesta Mondragón donde lo aparentemente atrayente se convertía en un grito de búsqueda e insatisfacción.
Hacer momentos de silencio en nuestras vidas, descentrarnos, mirar a Dios, a su corazón de bondad, abrirnos a Su Novedad, puede ayudarnos a encontrar el camino.
Jesús nos enseña a vivir la Vida, podemos dejar que su Evangelio hable a nuestra realidad concreta y cotidiana de todos los días.
Puede que descubramos que la felicidad no consiste en acumular, -¿qué tenemos que no hayamos recibido?-, sino en compartir y en humanizar nuestras relaciones. Puede que Su mirada compasiva nos enseñe a ver la realidad transformada, con el corazón esperanzado. Puede que en Su Palabra encontremos sabiduría y fortaleza para descubrir cómo hacer que en medio de la realidad y de nuestras ciudades se haga visible toda la bondad que Dios a puesto en nuestros corazones y que ya está ahí para los que saben mirar de otra manera.
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