Continuamos orando con la Historia de Salvación a través del Antiguo Testamento. Los israelitas, tras ser gobernados por jueces y con la ayuda de Dios, pronto comprendieron que serían un pueblo menos vulnerable ante sus enemigos si las doce tribus se unían bajo la autoridad de un solo rey para todo Israel.
Rechazado Saúl por el Señor, el profeta Samuel busca al elegido por Dios. Como ocurre con frecuencia, los méritos del hombre no coinciden con la mirada de Dios, quien se fija en el último, el rechazado por todos. Una vez ungido, David, no se atribuye ningún mérito, todo lo recibido es gracia del Señor. Por su parte, Salomón, fue consciente de la necesidad de que Dios le concediera su sabiduría, por encima de las cualidades humanas e intelectuales, para gobernar a su pueblo con santidad y justicia.
Pero el Señor le dijo: ---No te fijes en las apariencias ni en su buena estatura. Porque Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia. El Señor ve el corazón. Luego preguntó a Jesé: ---¿Se acabaron los muchachos? Jesé respondió: ---Queda el pequeño, que precisamente está cuidando las ovejas. Samuel dijo: ---Manda a por él, que no nos sentaremos a la mesa mientras no llegue. Jesé mandó a por él y lo hizo entrar: era de buen color, de hermosos ojos y buen tipo. Entonces el Señor dijo a Samuel: ---Anda, úngelo, porque es éste. (1 Sm. 16, 7.11-12).
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