El examen ignaciano es una buena herramienta para poder llegar a ser "contemplativos en la acción", es decir para buscar y encontrar a Dios en todas las cosas, y acercarnos un poco más al ideal de "en todo amar y servir". No es un examen de conciencia al uso, ni se trata de ver únicamente mis pecados, sino de revisar cada día con Él, para descubrir dónde y cómo se ha hecho presente, y cómo me invita a seguirle más y mejor en lo concreto de mi vida.
Señor, Tú me conoces mejor
de lo que yo me conozco a mí mismo.
Tu Espíritu empapa
todos los momentos de mi vida.
Gracias por tu gracia y por tu amor
que derramas sobre mí.
Gracias por tu constante y suave invitación
a que te deje entrar en mi vida.
Perdóname por las veces que he rehusado tu invitación,
y me he encerrado lejos de tu amor.
Ayúdame a que en este día venidero
reconozca tu presencia en mi vida,
para que me abra a Ti.
Para que Tú obres en mí,
para tu mayor gloria.
Amén.
(San Ignacio de Loyola).
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