Dios nos sigue necesitando, y nadie como Él sabe cuánto necesito un tiempo y un espacio diferente que me permita eliminar presiones aparcando las tareas, los trabajos, la agenda y adentrarme en un tiempo de parada que permita brotar los frutos de lo realizado o quizá el agradecimiento por tanto recibido inmerecidamente. Parar en brazos de Dios me puede iluminar para enfocar nuevas direcciones.
El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar, me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas, (…) Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan. Preparas una mesa ante mí, enfrente mí mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa” .(del Salmo 22).
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