El apasionado amor creador de Dios palpita en el núcleo de nuestro ser. Su amor creador sustenta nuestro ser en todos sus aspectos, pero respetando nuestra libertad, nuestras responsabilidades y nuestro ritmo normal de crecimiento.
Todo lo que existe tiene sentido para Dios, aunque para nosotros parezca no tenerlo. Todos nosotros somos sueños del amor de Dios; hermosos sueños. Él nos ama como personas reales y concretas, obra de sus manos, con una increíble capacidad de crecimiento. Él nos quiere así como somos y está dispuesto a hacer maravillas partiendo de nuestra palpitante realidad. Nosotros, como él, tenemos que aceptarnos como somos, con nuestras cualidades, nuestras limitaciones y nuestros defectos, y a partir de ahí, crecer sin medida...

Y dijo Dios: -Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que ellos dominen los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos y todos los reptiles. Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó… Y vio Dios todo lo que había hecho: y era muy bueno. Pasó una tarde, pasó una mañana: el día sexto. (Génesis 1, 26-31)


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