Aquel que experimenta una alegría profunda en su vida está deseando contarle a otros lo que le pasa. No podemos callar las buenas noticias y damos botes de alegría en nuestro interior hasta que podemos contárselo a nuestros amigos, familiares, conocidos... Cuando Jesús y el evangelio se convierten en fuente de alegría en nuestra vida, en aquello que nos da sentido, también ardemos en deseos de contárselo a otros.
Toda nuestra vida se puede convertir en anuncio de una manera diferente de estar en el mundo. Aquel al que amamos se vuelve el centro de todo y le da sentido a todo. Deseamos que todos puedan conocer al Jesús que nosotros hemos conocido. Que compartan con nosotros nuestra alegría. Que se sumen a nosotros en el trabajo por el Reino.
“Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y han palpado nuestras manos, es lo que os anunciamos: la palabra de vida. La vida se manifestó: la vimos, damos testimonio y os anunciamos la vida eterna que estaba junto al Padre y se nos manifestó.”(1Jn 1, 1-2)
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