Completamos esta pequeña trilogía de reflexiones de Cuaresma con el tema del Amor (casi nada). Hemos planteado una larga oración que partía del Miércoles de Ceniza, y que se desgranaba en la conversión desde el silencio, la conversión desde el ayuno, y hoy la conversión desde el amor.
Y vamos a empezar con una gran "blasfemia" (para la mentalidad contemporánea): afirmar que el amor es sacrificio. En nuestra sociedad actual, que intenta ocultar cualquier rasgo de envejecimiento, de fracaso, de dolor y de carencia, puede sonar realmente mal hablar bien del sacrificio, y elevarlo a la categoría del amor, ese amor que en el fondo -favorables y detractores del sacrificio- buscamos.
Sin embargo, no podemos hablar de Cuaresma sin hablar de sacrificio; simplemente porque es el camino que escogió Jesús, camino de Jerusalén, a las puertas de la Pascua. Él no elude o evita ese kairós particular, ese tiempo oportuno de decisión valiente, esa asunción de la Misión del Padre más allá del miedo a las consecuencias. En definitiva, esa opción radical y sólida de entregar la propia vida, con una coherencia que era y es escandalosa en sí misma.
Este es el Sacrificio por Amor que nos ha enseñado Jesús: dar la vida por los amigos (incluso por aquellos que renegarán de ser sus amigos). Luego, vamos nosotros con nuestros pequeños sacrificios... Podemos sentirnos realmente pequeños ante el sacrificio de Jesús en su Pasión, hasta el punto de no querer relacionarlo con nuestras propias vidas. Sin embargo, todo amor (pareja, solidaridad, noviazgo, vida consagrada, paternidad/maternidad, compañerismo, amistad, etc.) tiene necesariamente una parte de sacrificio. De hecho, si en cualquiera de estos tipos de amor no se diera nunca el sacrificio, dudaríamos muy seriamente de que eso fuera verdadero amor, ¿no? (pon tú los ejemplos).
Jesús, en su camino hacia la Pasión nos abre un abanico ingente de ejemplos de Amor-sacrificio, para que puedan caber todos los nuestros, que aunque más pequeños, son los nuestros. En el sacrificio voluntario que nos enseña Jesús son más grandes la Libertad y el Amor, que el tan temido dolor. Por eso esta curiosa imagen del Cristo de Javier (Navarra) Jesús parece estar sereno y sonriendo: porque al Crucificado nadie le podrá quitar su libertad de entregarse por nosotros, ni todo el amor que puso en ello, aunque siga siendo bastante incomprensible para muchos.
Es verdad que no todo sacrificio conlleva amor, y que el amor no siempre necesita del sacrificio; pero también es más cierto que el sacrificio, cuando se hace por el otro, se convierte en el amor más auténtico del mundo. La valoración del otro por quien me sacrificio, convierte todo sacrificio en Amor. Sin el otro, se queda en un mero ejercicio de masoquismo.
(Texto foto: "Amor mío, eres tan hermoso/a y tan valioso/a ante mis ojos... ¿por qué si no crees que morí por ti? Jesús")
"La verdadera medida del amor es amar sin medida" (San Agustín)
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