Completamos esta pequeña trilogía de reflexiones de Cuaresma con el tema del Amor (casi nada). Hemos planteado una larga oración que partía del Miércoles de Ceniza, y que se desgranaba en la conversión desde el silencio, la conversión desde el ayuno, y hoy la conversión desde el amor.
Y vamos a empezar con una gran "blasfemia" (para la mentalidad contemporánea): afirmar que el amor es sacrificio. En nuestra sociedad actual, que intenta ocultar cualquier rasgo de envejecimiento, de fracaso, de dolor y de carencia, puede sonar realmente mal hablar bien del sacrificio, y elevarlo a la categoría del amor, ese amor que en el fondo -favorables y detractores del sacrificio- buscamos.

Este es el Sacrificio por Amor que nos ha enseñado Jesús: dar la vida por los amigos (incluso por aquellos que renegarán de ser sus amigos). Luego, vamos nosotros con nuestros pequeños sacrificios... Podemos sentirnos realmente pequeños ante el sacrificio de Jesús en su Pasión, hasta el punto de no querer relacionarlo con nuestras propias vidas. Sin embargo, todo amor (pareja, solidaridad, noviazgo, vida consagrada, paternidad/maternidad, compañerismo, amistad, etc.) tiene necesariamente una parte de sacrificio. De hecho, si en cualquiera de estos tipos de amor no se diera nunca el sacrificio, dudaríamos muy seriamente de que eso fuera verdadero amor, ¿no? (pon tú los ejemplos).

Es verdad que no todo sacrificio conlleva amor, y que el amor no siempre necesita del sacrificio; pero también es más cierto que el sacrificio, cuando se hace por el otro, se convierte en el amor más auténtico del mundo. La valoración del otro por quien me sacrificio, convierte todo sacrificio en Amor. Sin el otro, se queda en un mero ejercicio de masoquismo.
(Texto foto: "Amor mío, eres tan hermoso/a y tan valioso/a ante mis ojos... ¿por qué si no crees que morí por ti? Jesús")
"La verdadera medida del amor es amar sin medida" (San Agustín)
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