Hoy, aquí y ahora, es posible la esperanza. La esperanza de sanar, liberar y madurar el corazón del mundo, para que sea capaz de ser un mundo de justicia y de paz, de igualdad y solidaridad.


Como personas llamadas a la libertad y a la responsabilidad, con nosotros mismos y con los demás, queremos asumir de forma comprometida y responsable la herida, el sufrimiento, la esclavitud, la injusticia, la explotación y el mal,... de nuestro corazón y de nuestro mundo. Queremos mirar de frente la realidad y buscar juntos una respuesta de esperanza, de verdad, de solidaridad.

A través de él también hemos obtenido entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Más que eso, nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia, y la paciencia, carácter, y el carácter probado, esperanza, y la esperanza no desilusiona, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha dado. (Romanos 5, 2-5).

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