Como nos dice insistentemente Pablo en su carta a los Corintios sin la caridad, las demás virtudes están como muertas. Quien conoce profundamente el evangelio y lo que significa ser cristiano, sabe que la caridad no es un acto o un gesto concreto hacia el necesitado. La caridad es el amor a Dios que se concreta en la vida de cada uno e inunda todo lo que hacemos.


Caridad no significa ante todo el acto o el sentimiento benéfico, sino el don espiritual, el amor de Dios que el Espíritu Santo infunde en el corazón humano y que lleva a entregarse a su vez al mismo Dios y al prójimo. Toda la existencia terrena de Jesús, desde su concepción hasta la muerte en la Cruz, fue un acto de amor, hasta el punto de que podemos resumir nuestra fe en estas palabras: Jesús, caridad (Benedicto XVI)

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