Aunque a veces nos resulte complicado verle y sentirle, Dios está presente en el mundo a nuestro lado. Siempre busca la manera de comunicarse con nosotros, y trabaja incansablemente para que podamos reconocerle en nuestras vidas. Pero la mayor parte de las veces, necesitamos parar y hacer silencio para poder encontrarnos con él. Para que no pase desapercibido lo que me ha dado o ha querido decirme. Para mirar la vida con otra mirada.

La oración que te ofrecemos hoy, está inspirada en el examen ignaciano, y la puedes utilizar al final de tu día, del curso o en cualquier otro momento en que quieras pararte a mirar cómo Dios te acompaña en el día a día.

Hijos míos, no amemos de palabra ni con la boca, sino con hechos y de verdad. En esto sabremos que somos de la verdad y tendremos la conciencia tranquila ante Dios, porque si ella nos condena, Dios es más grande que nuestra conciencia y conoce todas las cosas. Queridos míos, si nuestra conciencia no nos condena, podemos acercarnos a Dios con confianza, y lo que le pidamos lo recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada. Y éste es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo y que nos amemos los unos a los otros según el mandamiento que él nos dio. (1 Jn 4, 18-23)

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