Muchos de los que se acercan a ti son personas excluidas de la sociedad en la que te mueves, y con tan sólo tenerlas cerca hueles su necesidad de sentirse integrados a la vida en toda su plenitud. Los enfermos, los contagiosos, las mujeres,… que para otros no contaban, sí son importantes para ti. Buscas a los que están perdidos para salvarlos.
Entre tanto, una mujer que llevaba doce años padeciendo hemorragias, se le acercó por detrás y le tocó la orla de su manto. Pues se decía: Con sólo tocar su manto, quedaré sana. Jesús se volvió al verla y dijo: -¡Ánimo, hija! Tu fe te ha sanado. Al instante la mujer quedó sana. (Mt. 9, 20).
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