La encíclica Laudato Si' del Papa Francisco nos invita a rezar sobre nuestra responsabilidad en el cuidado de nuestra hermana tierra, nuestra conciencia y compromiso con realidades como el cambio climático, la creación de fronteras, las injusticias creadas por un desarrollo desigual e interesado.
Esta hermana tierra clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que «gime y sufre dolores de parto». Olvidamos que nosotros mismos somos tierra. Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura. (Laudato Si’, 2).
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