Todos tenemos nuestras pequeñas parálisis, pero puedo quedarme mirando mis propias debilidades, o aceptarlas y descubrir al hermano. Desde mi fragilidad, me llamas a mirar a otros, escucharlos y tomar su camilla, acercarlos a ti, a tu Reino. Quizás tenga que dejar todo lo demás por un momento para ofrecer mi mano, ¿estoy dispuesto a ello?
Un día en que estaba enseñando asistían sentados unos fariseos y doctores de la ley que habían acudido de todas las aldeas de Galilea y Judea y también de Jerusalén. Él poseía fuerza del Señor para sanar. Unos hombres, que llevaban en una camilla a un paralítico, intentaban meterlo y colocarlo delante de Jesús. Al no hallar modo de meterlo, a causa del gentío, subieron a la azotea y, por el tejado, lo descolgaron con la camilla poniéndolo en medio, delante de Jesús. (Lc. 5, 17-19).
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