Voy a ir contemplando en esta oración como Jesús miraba a Judas e imaginar los sentimientos y pensamientos que pudieron surgirle en los últimos días de convivencia con Jesús. Le pido con total confianza al Señor que acoja este momento de oración.
A las alturas de la Última Cena, Judas ya se había desencantado de Jesús: el reconocimiento social iba decreciendo, su “posición” entre los discípulos no destacaba, y sus promesas de Reino no llegaban nunca. ¿Y si estaba él perdiendo el tiempo con Jesús? ¿Y si todo era un sueño? ¿Iba a malgastar su vida por alguien (Jesús) que ya la estaba empezando a perder? Todas estas dudas se fueron apoderando de su corazón… hasta el punto que Juan sentencia rotundamente que “era de noche” en su alma.
“Entonces Satanás entró en Judas, llamado Iscariote, que era del número de los Doce: y se fue a tratar con los sumos sacerdotes y los jefes de la guardia del modo de entregarles a Jesús. Ellos se alegraron y quedaron con él en darle dinero. El aceptó y andaba buscando una oportunidad para entregarle sin que la gente lo advirtiera” (Lc. 22, 3-6).
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