El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr a donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; pero no entró.
Llegó también Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos. (tomado de Jn. 20, 1-19).
1 Comentarios
Sentir la Resurrección es abrir la "puerta del corazón" y dejar que el Amor nos habite, llenándonos de su Luz. No hay lugar para la confusión ni oscuridad, ni tampoco los miedos e incertidumbres que nos atenazan. La muerte no es el final, la nada, sino el comienzo de una realidad nueva y distinta.
ResponderEliminarCada ser humano que muere y termina a esta vida, sólo deja la materia de su cuerpo inerte, libre ya de su fragilidad.
La certeza no necesita otros ojos para ver, otros oídos para escuchar y otras manos que tocar, sino creer que el Amor de Jesús, permanece en nosotros, sigue Vivo y Resucitado.
¡Dichosos-as! Quienes sin ver hayan creído, en ese Amor que les habita, alienta con su Espíritu, el camino que conduce a la VIDA. En Jesús, no quedará sin respuesta su Esperanza.
Miren Josune
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