Sus conocidos se mantenían a distancia, y las mujeres que lo habían seguido desde Galilea lo observaban todo. José, natural de Arimatea, era justo y honrado y esperaba el reino de Dios. Acudió a Pilato y le pidió el cadáver de Jesús. Lo descolgó, lo envolvió en una sábana y lo depositó en un sepulcro. Las mujeres fueron detrás para observar el sepulcro y cómo habían colocado el cadáver. Se volvieron, prepararon aromas y ungüentos. (tomado de Lc. 23, 49-56).
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