Jesús, llamas bienaventurados a los que tienen un corazón limpio y sincero. Quiero centrarme en ti durante este rato de oración, y para ello, con los ojos de la imaginación, te veo en Cafarnaúm, frente al Lago Tiberíades, en una tranquila tarde de verano, en una hermosa colina, sentado, como acostumbran a predicar los maestros de tu época. Otros amigos y yo estamos sentados a tu alrededor, formando un círculo que te acoge, acogiéndonos tú con tu sonrisa y tu mirada. Aspiramos profundamente el aire limpio de la tarde, sentimos la calidez del sol en retirada, la tranquilidad del lugar, la belleza de la naturaleza…


Allí nos explicas cómo es ese hombre, cómo es esa mujer de las bienaventuranzas que predicas, y nos dices que seremos más felices cuánto más limpio, generoso y transparente sea nuestro corazón.

“Felices los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”. (Mt 5,8)



Acompañamos la canción "Extiende tu mano" de Juan Luis Guerra del disco "Para ti".

Extiende tu mano, Señor,
pues todo lo puede tu amor.
Hoy te confieso
Mi Dios, mi Señor Salvador.

Ya no hay tinieblas en mí,
solo hay luz.
Ahora extiende tu mano, Jesús.

Extiende tu mano, Señor,
pues todo lo puede tu amor.
Hoy te confieso
Mi Dios, mi Señor Salvador.

Ya no hay tinieblas en mí,
solo hay luz.
Ahora extiende tu mano, Jesús.

Escucha, Señor mi oración,
hoy te entrego mi corazón.
Borra mis faltas, Dios Salvador.
Hoy te confieso, Señor.

Escucha, Señor mi oración,
hoy te entrego mi corazón.
Borra mis faltas, Dios Salvador.
Hoy te confieso, Señor
Borra mis faltas, Dios Salvador
Hoy te confieso, Señor