Después de la vivencia del servicio intensa en el lavatorio de los pies hecha desde el verdadero amor, después de haber compartido junto a sus amigos pan y vino mientras, con serenidad y en confianza, Jesús ha ido recordando lo más esencial de su mensaje, -aquello que seguramente sería para él lo inolvidable y básico-, después, llega el momento de ponerse en camino. El lugar elegido es el monte de los Olivos, Getsemaní.



“Se adelantó un poco, se postró en tierra y oraba que, si era posible, se alejara de él aquella hora. Decía:
Abbá, Padre, tú lo puedes todo, aparta de mí esta copa.
Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”. (Mt. 26, 39).