A veces nuestro mundo nos hace olvidar el valor especial del tiempo que debemos emplear junto a la cama del enfermo, del que sufre, porque estamos apremiados por la prisa, por el frenesí del hacer, del producir y nos olvidamos de la dimensión de la gratuidad, del ocuparse, del hacerse cargo del otro.
Experimentemos hoy un encuentro con el Señor, que nos permita ser capaces de dejar atrás una actitud pasiva para salir de sí mismo al encuentro con el hermano necesitado.
Cuando el Hijo del Hombre llegue con majestad, acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono de gloria y ante él comparecerán todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Colocará a las ovejas a su derecha y a las cabras a su izquierda. Entonces el rey dirá a los de la derecha: Venid, benditos de mi Padre, a heredar el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, era inmigrante y me acogisteis, estaba desnudo y me vestisteis, estaba enfermo y me visitasteis, estaba encarcelado y vinisteis a verme. Los justos le responderán: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, sediento y te dimos de beber, inmigrante y te recibimos, desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o encarcelado y fuimos a visitarte? El rey les contestará: Os aseguro que lo que hayáis hecho a uno solo de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis.
(Mt 25, 31-40).
Acompañamos la canción "Te siento vivo" de Maranatha.
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