Como cuando un amigo se junta con otro amigo, me preparo para este momento de encuentro con el Señor. Es un momento de intimidad, de compartir, de conocerle más y también una pausa en mi día a día para sentir su amor incondicional hacia mí.
Preparo este clima de oración predisponiendo mi corazón, mi mente y mi alma para disfrutar de este encuentro. Procuro serenarme, tranquilizarme, relajando poco a poco los músculos o la tensión que traigo. Pienso que está aquí presente, muy cerca de mí, dentro de mí y agradecido por ello me pongo en su presencia, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
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