Hola Señor, Tú que me acompañas cada día y en cada paso, estás escuchando como yo las palabras que tanto daño hacen a nuestros pequeños. Siento impotencia y rabia, por eso quiero dedicar unos minutos en paz, calma y serenidad para que juntos hablemos sobre este tema y oremos para acabar con el sufrimiento. Busco un lugar tranquilo. Me pongo en una posición cómoda. Cierro los ojos. Respiro hondo varias veces y empiezo a escuchar la canción para este encuentro.
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