Actuar según lo que marca el corazón a menudo se contrapone a actuar de manera racional. Parecería que quien se deja guiar por su corazón actuaría según lo que siente en cada momento, según los sentimientos que le provocan las situaciones de su vida o las personas con las que se relaciona. Sin embargo en el ámbito de la oración, dejar que las cosas toquen el corazón nada tiene que ver con actuaciones impulsivas o pasionales. Más bien todo lo contrario.
María es la que "guardaba las cosas en su corazón". Ella nos enseña una manera de enfrentarse a las dificultades y las dudas. Una manera serena de acoger aquello que no entiende. Una manera que en definitiva nos enseña mucho sobre la oración. Porque la oración normalmente partirá de la realidad que nos rodea, sea cercana o lejana. De lo que nos pasa a nosotros o a nuestros hermanos. Y siempre sembrará en nosotros una pregunta: ¿qué he de hacer? ¿por qué sucede esto así? ¿qué sentido tiene tal o cual suceso?. Pasar todo eso por el corazón nos ayuda a exprimir la vida y no dejar que pase por delante nuestro sin decirnos nada. El pasar todas estas preguntas por el corazón no es más que dejarlas que se encuentren con Dios en lo más profundo de nosotros. De forma pausada. Dejando que Dios vaya dándolas respuestas a su ritmo. Sin forzarle. Tal y como hizo María durante toda su vida.

"...Y su madre guardaba estas cosas en su corazón" (Lc 2, 51)


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