En esta petición del Padrenuestro, nos acercamos al Padre con una súplica: no nos abandones ante todo lo que no nos construye como personas, ante lo que me aleja de mis hermanos y ante todo lo que me aparta de Dios. Reconocemos que somos frágiles y que necesitamos de tu ayuda para seguirte y no apartarte del centro de nuestras vidas. Padre, tu amor es el que nos levanta y nos transforma una y otra vez cuando caemos.
Tú, el Cristo, que buscas incansablemente
aquél que te busca y se cree alejado de Ti;
haz que, en todo momento, sepa dejar mi espíritu en tus manos.
Cuando todavía te busco, tú ya me has encontrado.
Y, si mi plegaria es pobre, al menos sé
que Tú me escuchas mucho más de lo que puedo imaginar y creer.
Señor, no te pido en absoluto que me libres de los peligros,
sino decisión para afrontarlos.
No te imploro que ahorres los dolores,
sino firmeza para soportarlos.
No te suplico, angustiado, la salvación.
Sólo pido esperanza para ganar, pacientemente mi libertad.
Pero déjame sentir, Señor,
tu mano que me acompaña en los momentos difíciles.
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