¿Dónde y cómo busco yo a Dios?. O quizá primero debiera preguntarme si realmente lo estoy buscando o prefiero quedarme encerrado en mi "castillo" de lo que ya sé de él y de la idea que de Él me he hecho.
La encarnación de Dios es algo sorprendente. Por lo inimaginable de que Dios haya querido venir al mundo para vivir como uno más de nosotros y porque además lo hace como nadie hubiera esperado: desde la debilidad, en lo frágil, en un rincón, sin ningún signo de grandeza. Por eso a veces es tan difícil para los que lo buscan el encontrarlo, y sobre todo entender lo que puede significar para una vida descubrirle.
Para encontrar el verdadero rostro de Dios quizá necesite cambiar mi manera de mirar el mundo y abrirme a la sorpresa. Quién sabe si no podré encontrar a Dios en lugares que nunca he visitado, en personas a las que puse una etiqueta hace tiempo y pienso que nada tienen que aportarme, o incluso en aquellos que tienen ideas o idelogías distintas a las mías. Que tras el prejuicio inicial pueda descubrir signos de Dios y del Reino en todo ello.
No se nos cuenta en los evangelios cómo cambió la vida de aquellos que encontraron a ese recién nacido. Probablemente los pastores los seguirían siendo toda su vida, y los magos volverían a sus países a continuar con su vida. Pero podemos suponer que ya nada fue igual en su manera de entender a Dios.
Quizá pueda pedirle a Dios que cuando le encuentre, deje que él transforme mi corazón y mi vida. Que no convierta mi corazón en algo tan imprenetable que ni siquiera el verdadero Dios lo atraviese. Que mi manera de creer no se convierta en una coraza, y esté abierta a nuevas propuestas y nuevas experiencias de Dios.
Y como es tiempo de Navidad, aquí os dejamos un Villancico que os puede ayudar en esta reflexión o para hacer un rato de oración.
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