Un día más quiero encontrarme contigo, Señor. Te presento mi mochila con todo lo que cargo en mi vida, mis ilusiones y mis compromisos, las preocupaciones, las situaciones que me tocan y las personas con las que comparto mi día a día. Además, hoy me acerco a Ti a través de una mujer, extranjera. Me imagino estar en el lugar, y presenciarlo:


“Desde allí se marchó a la región de Tiro y Sidón. Una mujer cananea de la zona salió gritando: -¡Señor, Hijo de David, ten compasión de mí! Mi hija es atormentada por un demonio. Él no respondió una palabra.“ (Mt. 15, 21-23).