Quizás resulte más fácil encontrar a Dios en la bondad, el amor, en lo bello; en cambio, se necesita una fe más sólida para encontrarlo en las dificultades, en la enfermedad, en el dolor y la muerte. Nadie quiere vivir momentos difíciles; sin embargo Dios no nos prometió que nuestra existencia no tendría retos.

Montados en la barca de la misión de construir el Reino de Dios, en nuestra vida cotidiana, puede que nos surja la tentación de sentirnos a la deriva. Las dificultades pueden hacen pequeña nuestra fe.


Al verlo caminar sobre el lago, los discípulos comenzaron a temblar y dijeron: ---¡Es un fantasma! Y gritaban de miedo. Pero Jesús les dijo: ---¡Animaos! Soy yo, no temáis. (Mt. 14, 26-27).