Tú que me recibes como siempre, con tanto amor… y estás aquí, presente, con los brazos abiertos para que me acerque, con tu corazón lleno de dones para mí… sin reservarte nada, sin pedirme nada… Pongo de nuevo ante Ti todo lo que traigo… llego corriendo… siempre es así… mi trabajo, mis planes, mis famosos propósitos, Tú sabes cómo vengo… Pongo ante Ti todo lo que se mueve en mi corazón y que sólo Tú conoces; las tormentas que se agitan dentro y que me siguen desconcertando, mis anhelos más profundos…



«Jesús no es el Señor del confort, de la seguridad y de la comodidad. Para seguir a Jesús, hay que tener una cuota de valentía, hay que animarse a cambiar el sofá por un par de zapatos que te ayuden a caminar por caminos nunca soñados y menos pensados, por caminos que abran nuevos horizontes» (Papa Francisco).