En estos días de Semana Santa, busco un rincón tranquilo en medio de la rutina, lejos del bullicio. Cierro los ojos y me dispongo a hablar con Dios; me dejo guiar por su espíritu para interiorizar mi actitud ante este mundo roto, pienso en los crucificados de este mundo, enfermos en los hospitales, ancianos abandonados a su suerte, niños huyendo de la guerra hacia futuros inciertos. Siento cómo Dios me invita a servir a mis hermanos, sin distinción, como hizo él en el día de Jueves Santo. Le pido fuerza para hacerlo