Siempre es un regalo ponerme en tu presencia, Señor. Me preparo tomando conciencia de mi respiración, suavemente, sin prisa. Y así voy dejando poco a poco mi vida a un lado, y con ella sus preocupaciones y planes, sus preguntas, sus mil tareas… Respiro de nuevo y digo al mismo ritmo «estoy aquí, contigo, Señor». En este mundo que a momentos nos parece enfermo y un tanto loco, ¿quiénes son los descartados? ¿Quiénes aquellos para los que Dios guarda una mirada especial? ¿Apunta hoy mi misión hacia ellos, me siento en camino, los siento mis hermanos?
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